martes, 8 de junio de 2010

¿Te ves en el nuevo mundo? -

sábado, 5 de junio de 2010

La adoración que Dios aprueba

¿Le complacen a Dios todas las religiones?

¿Cómo podemos saber cuál es la religión verdadera?

¿Quiénes son los verdaderos siervos de Dios en nuestros días?


JEHOVÁ DIOS nos tiene mucho cariño. Por eso, pensando en nuestro bien, se ofrece a guiarnos. Si lo adoramos como él quiere, seremos felices y nos libraremos de muchos problemas en la vida. Además, tendremos su bendición y su ayuda (Isaías 48:17). Sin embargo, hay centenares de religiones. Aunque todas dicen que enseñan la verdad acerca de Dios, no están de acuerdo sobre quién es él ni sobre qué espera de nosotros.

¿Cómo puede usted saber de qué manera se debe adorar a Jehová? No hace falta que estudie y compare las creencias de todas las religiones. Solo tiene que aprender lo que realmente enseña la Biblia sobre la adoración verdadera. Pongamos una comparación. Como usted sabe, el dinero falso es un grave problema en muchos países. Pues bien, imagínese que recibe el encargo de separar los billetes falsos de los auténticos. ¿Cómo distinguirá unos de otros? ¿Aprendiéndose de memoria cada falsificación? En realidad, ¿no sería mucho más práctico estudiar cómo son los billetes auténticos? Cuando los conozca bien, podrá distinguir los falsos. Del mismo modo, es fácil reconocer las religiones falsas cuando aprendemos cómo debe ser la verdadera.

Es importante que adoremos a Jehová como él quiere. Muchas personas creen que todas las religiones complacen a Dios, pero eso no es lo que enseña la Biblia. Tampoco basta con afirmar que uno es cristiano, pues Jesús dijo: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. Por lo tanto, Dios únicamente nos aprobará si aprendemos lo que él nos pide y lo ponemos por obra. A los que no hacen la voluntad de Dios, Jesús los llamó “obradores del desafuero”, es decir, practicantes de la maldad (Mateo 7:21-23). La religión falsa es como el dinero falso: no tiene ningún valor. Y, lo que es peor, causa mucho daño.

Jehová ofrece a todas las personas la oportunidad de tener vida eterna. Sin embargo, para que podamos vivir para siempre en el Paraíso, tenemos que adorarlo y comportarnos como él quiere. Por desgracia, muchos se niegan a hacerlo, y por eso Jesús dijo: “Entren por la puerta angosta; porque ancho y espacioso es el camino que conduce a la destrucción, y muchos son los que entran por él; mientras que angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13, 14). Como vemos, la religión verdadera conduce a la vida, y la falsa a la destrucción. Ahora bien, Jehová no desea que ningún ser humano sea destruido, y por eso da a gente de todo el mundo la oportunidad de conocerlo (2 Pedro 3:9). En realidad, nuestra forma de adorar a Dios puede llevarnos a la vida o llevarnos a la muerte.

¿CÓMO PODEMOS SABER CUÁL ES LA RELIGIÓN VERDADERA?

¿Cómo podemos encontrar “el camino que conduce a la vida”? Jesús indicó que sería fácil distinguir a quienes practican la religión verdadera si nos fijamos en la vida que llevan. Dijo lo siguiente: “Por sus frutos los reconocerán”, pues “todo árbol bueno produce fruto excelente” (Mateo 7:16, 17). En otras palabras, los que practican la religión verdadera se destacan tanto por sus creencias como por sus obras. Aunque son imperfectos y cometen errores, en conjunto procuran hacer la voluntad de Dios. Veamos seis características que nos permitirán reconocerlos.


LOS QUE ADORAN AL DIOS VERDADERO
basan sus enseñanzas en la Biblia
■adoran únicamente a Jehová y dan a conocer su nombre
■se aman de verdad
■aceptan a Jesús como el medio que Dios usa para salvarlos
■no son parte del mundo

predican que el Reino de Dios es la única esperanza para la humanidad


Los siervos de Dios basan sus enseñanzas en la Biblia. La propia Palabra de Dios dice: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre [o mujer] de Dios sea enteramente competente y esté completamente equipado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16, 17). El apóstol Pablo escribió a sus hermanos cristianos: “Cuando ustedes recibieron la palabra de Dios, que oyeron de parte de nosotros, la aceptaron, no como palabra de hombres, sino, como lo que verdaderamente es, como palabra de Dios” (1 Tesalonicenses 2:13). Por lo tanto, las enseñanzas y prácticas de la religión verdadera no se basan en creencias ni tradiciones de hombres. Más bien, tienen su origen en la Biblia, la Palabra inspirada de Dios.

Jesucristo dio el ejemplo, pues él también basó sus enseñanzas en la Palabra de Dios. En una oración a su Padre celestial dijo: “Tu palabra es la verdad” (Juan 17:17). Jesús creía en la Palabra de Dios, y todo lo que enseñaba estaba de acuerdo con las Escrituras. A menudo decía: “Está escrito”, y a continuación citaba un texto bíblico (Mateo 4:4, 7, 10). Del mismo modo, los siervos de Dios de la actualidad no enseñan sus propias ideas. Más bien, creen que la Biblia es la Palabra de Dios y se basan firmemente en lo que esta dice.

Las personas que practican la religión verdadera adoran únicamente a Jehová y dan a conocer su nombre. Jesús enseñó: “Es a Jehová tu Dios a quien tienes que adorar, y es solo a él a quien tienes que rendir servicio sagrado” (Mateo 4:10). Así que los siervos de Dios adoran a Jehová, y a nadie más. De hecho, dar a conocer el nombre y las cualidades del Dios verdadero forma parte de su adoración. Salmo 83:18 dice así: “Tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo sobre toda la tierra”. Jesús es el modelo que siguen al ayudar a la gente a conocer a Dios. Él mismo dirigió a su Padre estas palabras: “He puesto tu nombre de manifiesto a los hombres que me diste del mundo” (Juan 17:6). Hoy, de igual forma, los verdaderos siervos de Dios enseñan al prójimo el nombre, los propósitos y las cualidades de Jehová.

Los siervos de Dios se aman de verdad, sin egoísmo. Jesús dijo: “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí” (Juan 13:35). Los primeros cristianos se querían de esa manera. El amor de los siervos de Dios vence barreras raciales, sociales y nacionales, y los une inseparablemente en una verdadera hermandad (Colosenses 3:14). Los miembros de las religiones falsas no se tienen ese amor. Si lo tuvieran, no se matarían unos a otros por ser de distinta nación o raza. Los verdaderos cristianos no toman las armas para quitarles la vida a sus hermanos en la fe ni a ninguna otra persona. La Biblia enseña: “Los hijos de Dios y los hijos del Diablo se hacen evidentes por este hecho: Todo el que no se ocupa en la justicia no se origina de Dios, tampoco el que no ama a su hermano [...;] debemos tener amor unos para con otros; no como Caín, que se originó del inicuo [es decir, Satanás] y degolló a su hermano” (1 Juan 3:10-12; 4:20, 21).

Claro está, ese amor sincero impide matar al prójimo, pero implica mucho más. Los cristianos verdaderos emplean generosamente su tiempo, energías y posesiones para ayudarse y animarse unos a otros (Hebreos 10:24, 25). Se apoyan en los momentos difíciles y son honrados con los demás. De hecho, obedecen el consejo bíblico de hacer “lo que es bueno para con todos” (Gálatas 6:10).

Los cristianos verdaderos aceptan a Jesucristo como el medio que Dios usa para salvarlos. La Biblia enseña que “no hay salvación en ningún otro, porque no hay otro nombre debajo del cielo que se haya dado entre los hombres mediante el cual tengamos que ser salvos” (Hechos 4:12). Como vimos en el capítulo 5, Jesús dio su vida para rescatar a los seres humanos obedientes (Mateo 20:28). Además, Jehová lo ha nombrado Rey del Reino celestial que gobernará toda la Tierra. Por lo tanto, Dios espera que obedezcamos a Jesús y sigamos sus enseñanzas. Solo así podremos vivir para siempre. Por esta razón, la Biblia dice: “El que ejerce fe en el Hijo tiene vida eterna; el que desobedece al Hijo no verá la vida” (Juan 3:36).

Los verdaderos siervos de Dios no son parte del mundo. Cuando Jesús se hallaba ante el gobernador romano Pilato, que lo estaba juzgando, le dijo: “Mi reino no es parte de este mundo” (Juan 18:36). Sin importar el país en que vivan, los verdaderos discípulos de Cristo se someten a su Reino celestial. Por eso, no intervienen ni en la política ni en los conflictos de este mundo, sino que se mantienen totalmente neutrales. Sin embargo, si otras personas quieren afiliarse a un partido político, ser candidatos electorales o votar, ellos no se entrometen en su decisión. Y aunque son neutrales en la política, obedecen las leyes. ¿Por qué? Porque la Palabra de Dios manda al cristiano que “esté en sujeción a las autoridades superiores”, es decir, a los gobernantes (Romanos 13:1). Pero cuando un sistema político exige algo que va en contra de los mandatos divinos, los adoradores verdaderos siguen el ejemplo de los apóstoles, quienes dijeron: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres” (Hechos 5:29; Marcos 12:17).

Los verdaderos discípulos de Jesús predican que el Reino de Dios es la única esperanza para la humanidad. Jesús profetizó: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14). Los verdaderos seguidores de Jesucristo no animan a la gente a confiar en que los gobernantes humanos solucionarán sus problemas. Más bien, proclaman que la única esperanza para la humanidad es el Reino celestial de Dios (Salmo 146:3). De hecho, Jesús nos enseñó a pedir en nuestras oraciones que llegue ese gobierno perfecto, pues dijo: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra” (Mateo 6:10). La Palabra de Dios predice que este Reino celestial “pondrá fin a todos estos reinos [que ahora existen], y él mismo subsistirá [o durará] hasta tiempos indefinidos” (Daniel 2:44).

Teniendo en cuenta lo anterior, pregúntese: “¿Qué grupo religioso basa todas sus enseñanzas en la Biblia y da a conocer que el nombre de Dios es Jehová? Sí, ¿qué grupo practica el amor cristiano, demuestra fe en Jesús, se mantiene separado del mundo y proclama que el Reino de Dios es la única esperanza verdadera para la humanidad? De todas las religiones de la Tierra, ¿cuál es la única que reúne todas estas características?”. Los hechos indican claramente que son los testigos de Jehová (Isaías 43:10-12).


Al servir a Jehová con Su pueblo, usted ganará mucho más de lo que pueda perder

¿QUÉ HARÁ USTED?

Para agradar a Dios no es suficiente con creer en él. Al fin y al cabo, la Biblia dice que hasta los demonios creen que Dios existe (Santiago 2:19). Pero es evidente que no hacen la voluntad de Jehová ni tienen su aprobación. Para complacer a Dios no solo tenemos que creer que existe, sino también hacer su voluntad. Además, debemos salirnos de la religión falsa y abrazar la verdadera.

El apóstol Pablo mostró que no debemos participar en la adoración falsa. Escribió: “‘Sálganse de entre ellos, y sepárense —dice Jehová—, y dejen de tocar la cosa inmunda’; ‘y yo los recibiré’” (2 Corintios 6:17; Isaías 52:11). Por lo tanto, los cristianos verdaderos evitan todo lo que tenga que ver con la religión falsa.

La Biblia enseña que todas las religiones falsas forman parte de “Babilonia la Grande” (Revelación [Apocalipsis] 17:5).* Este nombre nos recuerda a la antigua ciudad de Babilonia, donde nació la religión falsa después del Diluvio de Noé. Muchas enseñanzas y prácticas que hoy son comunes en la religión falsa surgieron en Babilonia hace mucho tiempo. Por ejemplo, sus habitantes adoraban tríadas o trinidades de dioses, y en nuestros días, la principal doctrina de muchas religiones es justamente la Trinidad. Pero la Biblia, en cambio, enseña con toda claridad que hay un solo Dios verdadero, Jehová, y que Jesucristo es su Hijo (Juan 17:3). Los babilonios también creían que el hombre tenía un alma inmortal que seguía viviendo después de la muerte del cuerpo y que podía sufrir en un lugar de tormento. Hoy, la mayoría de las religiones enseñan que tenemos un alma o espíritu inmortal que puede sufrir en el infierno.

La religión que se practicaba en la antigua Babilonia se esparció por toda la Tierra. Por lo tanto, es lógico concluir que la moderna Babilonia la Grande simboliza el imperio mundial de la religión falsa. Pues bien, Dios ha predicho que ese imperio tendrá un final repentino (Revelación 18:8). ¿Comprende usted por qué es tan importante separarse por completo de Babilonia la Grande? Jehová Dios desea que usted ‘se salga de ella’ sin tardanza, mientras todavía queda tiempo (Revelación 18:4).

Al tomar usted la decisión de abandonar la religión falsa, es posible que algunas personas se alejen de su compañía. Sin embargo, al servir a Jehová junto con Su pueblo, ganará mucho más de lo que pueda perder. A usted le ocurrirá lo mismo que a los primeros discípulos de Jesús, quienes habían dejado otras cosas para seguirlo: llegará a tener muchos hermanos y hermanas espirituales. De hecho, formará parte de una gran familia mundial, una hermandad de millones de cristianos verdaderos que le mostrarán auténtico amor. Y tendrá la maravillosa esperanza de vivir para siempre “en el sistema de cosas venidero” (Marcos 10:28-30). Además, puede que las personas que se aparten de usted porque ahora tiene otras creencias, con el tiempo aprendan lo que enseña la Biblia y se hagan siervos de Jehová.

La Biblia enseña que Dios pronto acabará con este mundo malvado y lo reemplazará con un mundo justo gobernado por su Reino (2 Pedro 3:9, 13). ¡Qué maravilloso será ese nuevo mundo! En él solo habrá una religión, una adoración verdadera. ¿No le parece que debería dar los pasos necesarios para reunirse desde ahora con los verdaderos siervos de Dios?

Cómo tener una vida familiar feliz

¿Qué hace falta para ser un buen esposo?

¿Cómo puede cumplir la esposa con su papel?

¿Qué implica ser un buen padre o una buena madre?

¿Cómo pueden ayudar los hijos a que la familia sea feliz?

JEHOVÁ DIOS desea que las familias sean felices. Por eso, en su Palabra, la Biblia, ofrece pautas a cada uno de sus miembros y explica lo que espera de ellos. Cuando se siguen sus consejos, se obtienen muy buenos resultados. Como dijo Jesús: “¡Felices son los que oyen la palabra de Dios y la guardan!” (Lucas 11:28).

Para tener una vida familiar feliz, debemos reconocer que fue Jehová quien creó la familia. Jesús mismo dijo que Dios es nuestro “Padre” (Mateo 6:9). En efecto, todas las familias de la Tierra existen gracias a nuestro Padre celestial, y por eso él sabe lo que las hace felices (Efesios 3:14, 15). Pues bien, según la Biblia, ¿qué espera Dios de cada miembro de la familia?

EL ORIGEN DIVINO DE LA FAMILIA

Jehová creó a los dos primeros seres humanos, Adán y Eva, y los unió en matrimonio. Les dio como hogar un hermoso paraíso terrestre —el jardín de Edén— y les mandó que tuvieran hijos. Les dijo: “Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra” (Génesis 1:26-28; 2:18, 21-24). Este relato no es un cuento ni una leyenda. Jesús mostró que la explicación que da el libro de Génesis sobre el comienzo de la vida familiar es cierta (Mateo 19:4, 5). Ahora tenemos muchos problemas y la vida no es como Dios quería al principio, pero aun así es posible que las familias sean felices. Veamos por qué.

Todos podemos poner de nuestra parte para que nuestra familia sea feliz. Para ello, debemos imitar a Dios y demostrarnos amor (Efesios 5:1, 2). Pero ¿cómo vamos a imitar a Dios, si ni siquiera lo vemos? Aunque es cierto que no lo vemos, podemos saber cómo actúa, ya que envió a su Hijo primogénito a la Tierra (Juan 1:14, 18). Este Hijo, Jesucristo, imitó tan bien a su Padre celestial que ver y escuchar a Jesús era lo mismo que estar con Jehová y escucharlo (Juan 14:9). Así que todos podemos contribuir a que nuestra vida familiar sea más feliz si nos fijamos en el amor que demostró Jesús y seguimos su ejemplo.

EL MODELO PARA LOS ESPOSOS

La Biblia dice que el hombre debe tratar a su mujer tal como Jesús trató a sus discípulos. Fíjese en este mandato bíblico: “Esposos, continúen amando a sus esposas, tal como el Cristo también amó a la congregación y se entregó por ella [...]. De esta manera los esposos deben estar amando a sus esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama, porque nadie jamás ha odiado a su propia carne; antes bien, la alimenta y la acaricia, como también el Cristo hace con la congregación” (Efesios 5:23, 25-29).

El amor que Jesús mostró a su congregación, es decir, a sus seguidores, es un ejemplo perfecto para los esposos. Aunque los discípulos eran imperfectos, Jesús “los amó hasta el fin”, pues sacrificó su vida por ellos (Juan 13:1; 15:13). Por eso a los casados se les pide que “sigan amando a sus esposas y no se encolericen amargamente con ellas” (Colosenses 3:19). ¿Qué ayudará al esposo a poner en práctica este consejo, sobre todo si a veces su mujer no actúa con buen juicio? Recordar que él también comete errores y que para que Dios lo perdone debe hacer algo. ¿De qué se trata? Debe perdonar primero a los que pecan contra él, lo que incluye a su esposa. Por supuesto, ella tiene que hacer lo mismo (Mateo 6:12, 14, 15). Por esa razón se dice que un matrimonio feliz es la unión de dos personas que saben perdonar.

Los esposos también deben fijarse en que Jesús fue siempre considerado con sus discípulos. Tuvo en cuenta sus limitaciones y sus necesidades físicas. Por ejemplo, en una ocasión en la que estaban cansados les dijo: “Vengan, [...] en privado, a un lugar solitario, y descansen un poco” (Marcos 6:30-32). La esposa merece la misma consideración. La Biblia se refiere a la mujer con la expresión “un vaso más débil” —lo que quiere decir que es un ser más delicado— y manda al esposo que le dé “honra”. ¿Por qué? Porque tanto él como ella recibirán por igual el “favor inmerecido de la vida” (1 Pedro 3:7). Los esposos deben recordar que lo que nos hace valiosos a los ojos de Dios no es el hecho de que seamos hombres o mujeres, sino de que seamos fieles (Salmo 101:6).

La Biblia dice que el hombre que “ama a su esposa, a sí mismo se ama”. La razón es que “ya no son dos, sino una sola carne”, como señaló Jesús (Mateo 19:6). Por lo tanto, los casados solo deben demostrar interés sexual en su pareja (Proverbios 5:15-21; Hebreos 13:4). Para lograrlo, cada uno de ellos debe preocuparse por satisfacer las necesidades del otro, y no solo las suyas (1 Corintios 7:3-5). Es interesante que se diga que “nadie jamás ha odiado a su propia carne; antes bien, la alimenta y la acaricia”. El esposo debe amar a su esposa como se ama a sí mismo y debe recordar que tendrá que rendir cuentas a su cabeza, Jesucristo (Efesios 5:29; 1 Corintios 11:3).

El apóstol Pablo mencionó el “tierno cariño [...] de Cristo Jesús” (Filipenses 1:8). La ternura de Jesús hacía sentir bien a los demás. A sus discípulas les resultaba muy agradable la manera como las trataba (Juan 20:1, 11-13, 16). Del mismo modo, las mujeres casadas sienten la necesidad de que sus esposos les muestren ternura y cariño.

UN EJEMPLO PARA LAS ESPOSAS

Como toda organización, la familia necesita que alguien la dirija para funcionar bien. Hasta Jesús tiene alguien que está por encima de él y a quien se somete. “La cabeza del Cristo es Dios”, tal como “la cabeza de la mujer es el varón” (1 Corintios 11:3). Jesús siempre se somete a su Cabeza, Dios. De esa manera nos da un buen ejemplo, porque todos tenemos un cabeza a quien debemos someternos.

Debido a la imperfección, los esposos cometen errores y en muchas ocasiones no son cabezas de familia ideales. ¿Cómo debe reaccionar la esposa en esos casos? No debe hablar con desprecio de su marido ni intentar dirigir la familia. Tiene que recordar que Dios valora mucho el espíritu tranquilo y apacible (1 Pedro 3:4). Si tiene esa actitud, le costará menos trabajo ser sumisa a su esposo, incluso en las situaciones más difíciles. Además, las Escrituras dicen: “La esposa debe tenerle profundo respeto a su esposo” (Efesios 5:33). Pero ¿y si él no acepta a Cristo como su cabeza? La Biblia les aconseja a las casadas: “Estén en sujeción a sus propios esposos, a fin de que, si algunos no son obedientes a la palabra, sean ganados sin una palabra por la conducta de sus esposas, por haber sido ellos testigos oculares de su conducta casta junto con profundo respeto” (1 Pedro 3:1, 2).

¿Por qué fue Sara un buen ejemplo para las esposas?


En ocasiones puede que la esposa no esté de acuerdo con su marido, sea cristiano o no. Pero si le expresa su opinión con tacto, no le estará mostrando falta de respeto. Puede que ella tenga razón y que toda la familia se beneficie si él le hace caso. La Biblia relata que Sara le recomendó a su esposo, Abrahán, una solución práctica para un problema que tenían en su hogar. Aunque a él no le gustó la idea, Dios le dijo: “Escucha su voz” (Génesis 21:9-12). Sin embargo, cuando el esposo toma una decisión final que no va en contra de las leyes divinas, la esposa se somete a su autoridad y apoya su decisión (Hechos 5:29; Efesios 5:24).

La labor de la esposa es fundamental para que la familia esté bien atendida. Por ejemplo, la Biblia les dice a las casadas que “amen a sus esposos, amen a sus hijos, sean de juicio sano, castas, trabajadoras en casa, buenas, sujetas a sus propios esposos” (Tito 2:4, 5). La esposa y madre que así lo hace se gana el cariño y el respeto de su familia (Proverbios 31:10, 28). Sin embargo, todos los matrimonios están formados por personas imperfectas. Por eso, puede que en algunas situaciones extremas terminen separándose o divorciándose. La Palabra de Dios permite la separación en ciertos casos. Pero nadie debe tomar el asunto a la ligera, pues la Biblia aconseja: “La esposa no debe irse de su esposo; [...] y el esposo no debe dejar a su esposa” (1 Corintios 7:10, 11). Además, las Escrituras solo autorizan el divorcio si uno de los miembros de la pareja ha cometido fornicación, es decir, inmoralidad sexual (Mateo 19:9).

UN EJEMPLO PERFECTO PARA LOS PADRES

Jesús dio a los padres el ejemplo perfecto de cómo tienen que tratar a sus hijos. Cuando algunas personas quisieron impedir que los pequeños se le acercaran, Jesús les dijo: “Dejen que los niñitos vengan a mí; no traten de detenerlos”. La Biblia relata que a continuación “tomó a los niños en los brazos y empezó a bendecirlos, poniendo las manos sobre ellos” (Marcos 10:13-16). En vista de que Jesús pasó tiempo con los niños, ¿no cree que usted debería hacer lo mismo con sus hijos? Ellos necesitan que usted les dedique mucho tiempo, no solo unos pocos ratos. Es fundamental que saque tiempo para enseñarles, pues así lo manda Jehová a los padres (Deuteronomio 6:4-9).

¿Qué pueden aprender los padres del modo como Jesús trató a los niños?

Vivimos en un mundo cada vez más malvado. Por eso, los hijos necesitan que sus padres los protejan de quienes traten de hacerles daño, por ejemplo, quienes quieran abusar sexualmente de ellos. Jesús protegió a sus discípulos, a quienes llamó de forma cariñosa “hijitos”. Cuando lo arrestaron, poco antes de que lo mataran, buscó la manera de que ellos pudieran escapar (Juan 13:33; 18:7-9). Si usted es padre o madre, esté pendiente de cualquier cosa que el Diablo intente hacer para perjudicar a sus hijos. Además, adviértales de los peligros (1 Pedro 5:8).* Nunca ha estado tan amenazado el bienestar físico, espiritual y moral de los niños como en nuestros días.

La noche antes de que Jesús muriera, sus discípulos discutieron sobre quién era el más importante. En vez de enojarse con ellos, Jesús los corrigió cariñosamente tanto de palabra como con el ejemplo (Lucas 22:24-27; Juan 13:3-8). Si usted tiene hijos, ¿cómo puede imitar a Jesús cuando los corrige? Es verdad que ellos necesitan que usted los discipline, pero solo debe hacerlo “hasta el grado debido” y nunca con furia. Piense siempre antes de hablar para que sus palabras no los hieran como “las estocadas de una espada” (Jeremías 30:11; Proverbios 12:18). Debe aplicar la disciplina de tal forma que el niño después entienda que fue lo mejor para él (Efesios 6:4; Hebreos 12:9-11).

UN MODELO PARA LOS HIJOS

¿Pueden los hijos aprender algo de Jesús? Claro que sí. Él demostró con su ejemplo que los hijos deben obedecer a sus padres. Dijo: “Hablo estas cosas así como el Padre me ha enseñado [...], porque yo siempre hago las cosas que le agradan” (Juan 8:28, 29). Tal como Jesús fue obediente a su Padre celestial, también los hijos deben hacer caso a sus padres. De hecho, así se lo manda la Biblia (Efesios 6:1-3). Aunque Jesús fue un niño perfecto, obedeció a sus padres humanos, José y María, que eran imperfectos. Sin duda, eso contribuyó a que toda la familia fuera feliz (Lucas 2:4, 5, 51, 52).

¿Cómo pueden los hijos parecerse más a Jesús y hacer felices a sus padres? Una manera es obedeciéndolos. Aunque a veces les cueste trabajo, eso es lo que Dios desea que hagan (Proverbios 1:8; 6:20). Jesús siempre obedeció a su Padre celestial, hasta en las situaciones más difíciles. Cuando llegó el momento de que hiciera algo muy difícil que Dios le había mandado, le dijo: “Remueve de mí esta copa”. Es decir, le pidió que lo librara de cumplir aquel requisito. Aun así, hizo la voluntad de Dios, porque se daba cuenta de que su Padre sabía qué era lo más conveniente (Lucas 22:42). Los hijos que aprenden a ser obedientes hacen muy felices tanto a sus padres como a Jehová, su Padre celestial (Proverbios 23:22-25).

¿En qué deben pensar los jóvenes cuando estén frente a una tentación?

El Diablo tentó a Jesús, y podemos estar seguros de que también tentará a los jóvenes para que hagan cosas malas (Mateo 4:1-10). Por ejemplo, pudiera utilizar la presión de los compañeros, pues sabe lo difícil que es resistirla. Por lo tanto, es fundamental que los jóvenes eviten las malas compañías (1 Corintios 15:33). Tenemos el caso de Dina, la hija de Jacob: ella se juntó con personas que no adoraban a Jehová, y eso terminó causando muchos problemas (Génesis 34:1, 2). Joven, ¿te has puesto a pensar en cuánto sufre toda la familia cuando uno de sus miembros cae, por ejemplo, en la inmoralidad sexual? (Proverbios 17:21, 25.)

EL SECRETO DE LA FELICIDAD FAMILIAR

Cuando surgen problemas en el hogar, es más fácil resolverlos si se siguen los consejos de la Biblia. De hecho, como ya hemos visto, poner en práctica esos consejos es el secreto de la felicidad familiar. Así pues, esposos, amen a su esposa y trátenla como Jesús trató a su congregación. Esposas, sométanse a la autoridad de su esposo e imiten a la esposa ejemplar de Proverbios 31:10-31. Padres, eduquen a sus hijos (Proverbios 22:6). Cabezas de familia, “presida[n] su propia casa excelentemente (1 Timoteo 3:4, 5; 5:8). Por último, hijos, obedezcan a sus padres (Colosenses 3:20). Ningún miembro de la familia es perfecto; todos cometen errores. De modo que seamos humildes y pidamos perdón a los demás.

Sin duda alguna, la Biblia contiene muchísimos consejos valiosos para la vida familiar. Además, nos habla del nuevo mundo de Dios y del Paraíso terrestre que estará lleno de siervos felices de Jehová (Revelación [Apocalipsis] 21:3, 4). ¡Qué futuro tan maravilloso nos espera! Pero aun ahora podemos disfrutar de una feliz vida familiar si seguimos las instrucciones que Dios nos da en su Palabra, la Biblia.

Vea la vida como la ve Dios


¿Cómo ve Dios la vida?

¿Qué piensa él del aborto?

¿Cómo mostramos nosotros que respetamos la vida?

“JEHOVÁ es en verdad Dios —afirmó el profeta Jeremías—. Él es el Dios vivo.” (Jeremías 10:10.) Además, es el Creador de todos los seres vivos. Así lo reconocieron en el cielo algunas de sus criaturas al decir: “Tú creaste todas las cosas, y a causa de tu voluntad existieron y fueron creadas” (Revelación [Apocalipsis] 4:11). Y en una canción de alabanza a Jehová, el rey David indicó: “Contigo está la fuente de la vida” (Salmo 36:9). Por lo tanto, la vida es un regalo de Dios.

Además, Jehová hace posible que continuemos con vida (Hechos 17:28). Él nos da los alimentos que comemos, el agua que bebemos, el aire que respiramos y la tierra donde vivimos (Hechos 14:15-17). Y lo hace de forma que la vida resulte agradable. Sin embargo, para disfrutar de la vida al máximo, tenemos que conocer las leyes de Dios y obedecerlas (Isaías 48:17, 18).

RESPETEMOS LA VIDA

Dios desea que respetemos la vida, tanto la nuestra como la ajena. Veamos un ejemplo. Caín, el hijo de Adán y Eva, se enfureció con Abel, su hermano menor. Jehová le advirtió que su cólera podía llevarlo a cometer un pecado grave, pero Caín no le hizo caso. ‘Atacó a su hermano y lo mató.’ (Génesis 4:3-8.) El relato pasa a mostrar que Jehová lo castigó por ese asesinato (Génesis 4:9-11).

Miles de años después, Jehová dio leyes a los israelitas para que le sirvieran como él deseaba. En vista de que las entregó mediante el profeta Moisés, el conjunto de esas leyes suele recibir el nombre de Ley mosaica. Pues bien, la Ley mosaica contenía este mandato: “No debes asesinar” (Deuteronomio 5:17). Esta prohibición mostró a los israelitas que Dios valora la vida humana y que toda persona debe valorar la vida de sus semejantes.

¿Y qué piensa Dios de los bebés que aún están en el vientre de su madre? La Ley mosaica indicó que no se debía causar la muerte de una criatura que todavía no había nacido. Así es: también esa vida tiene mucho valor para Jehová (Éxodo 21:22, 23; Salmo 127:3). Eso significa que está mal abortar.

Para respetar la vida, también debemos tener una buena actitud hacia el prójimo. La Biblia dice: “Todo el que odia a su hermano es homicida, y ustedes saben que ningún homicida tiene la vida eterna como cosa permanente en él” (1 Juan 3:15). Si queremos vivir para siempre, tenemos que eliminar de nuestro corazón el odio que podamos sentir por otras personas, porque el odio es la raíz de casi todos los actos violentos (1 Juan 3:11, 12). Es fundamental que aprendamos a amarnos unos a otros.

MOSTRAMOS RESPETO POR LA VIDA

■no quitándoles la vida a las criaturas no nacidas


■dejando hábitos que son inmundos a los ojos de Dios


■eliminando de nuestro corazón el odio a otras personas


¿Y qué puede decirse sobre el respeto a nuestra propia vida? Por lo general, nadie quiere morir, pero muchas personas ponen su vida en peligro por puro placer. Por ejemplo, consumen tabaco, mastican hojas de coca o nuez de areca (o de betel) o toman drogas sin razones médicas. Estas sustancias perjudican la salud y en muchos casos provocan la muerte. Por consiguiente, la persona que tiene esos vicios no considera sagrada la vida. A los ojos de Dios, son hábitos inmundos, o sucios (Romanos 6:19; 12:1; 2 Corintios 7:1). Para servirle como él desea, tenemos que dejarlos. Quizás se nos haga muy difícil, pero Jehová puede darnos la ayuda necesaria. Él valora mucho todos los esfuerzos que hacemos para tratar nuestra vida como lo que es: un regalo muy valioso de parte suya.

Si respetamos la vida, nos preocuparemos siempre por la seguridad. No seremos descuidados ni correremos riesgos por placer o emoción. No conduciremos el automóvil de forma imprudente ni practicaremos deportes violentos o peligrosos (Salmo 11:5). Una de las leyes que Jehová dio al antiguo Israel decía: “En caso de que edifiques una casa nueva, entonces tienes que hacer un pretil [o pequeño muro] a tu techo [o azotea], para que no coloques sobre tu casa culpa de sangre porque alguien [...] llegara a caer de él” (Deuteronomio 22:8). Esa ley contiene un principio por el que usted debe guiarse. Por ejemplo, si su casa tiene escaleras, manténgalas en buen estado para que nadie se caiga y sufra heridas graves. Si tiene automóvil, asegúrese de que esté en buenas condiciones. No permita que su vivienda o su vehículo sean un peligro para usted o para los demás.

¿Cómo ve el Creador la vida de los animales? También la considera sagrada. Él permite matar animales para obtener alimento y ropa o para proteger la vida humana (Génesis 3:21; 9:3; Éxodo 21:28). Pero quien los trata con crueldad o los mata por deporte está obrando mal y demuestra que no considera sagrada la vida (Proverbios 12:10).

RESPETEMOS LA SANGRE
Cuando Caín mató a Abel, Jehová le dijo: “La sangre de tu hermano está clamando a mí desde el suelo” (Génesis 4:10). Al mencionar Dios la sangre de Abel, se refería a su vida. Caín le había quitado la vida a su hermano y tenía que ser castigado. Era como si la sangre, o la vida, de Abel clamara a Jehová por justicia. La relación entre la vida y la sangre volvió a mostrarse después del Diluvio de Noé. Antes del Diluvio, los seres humanos solo comían frutas, verduras, cereales y frutos secos. Pero después hubo un cambio. Jehová les dijo a Noé y sus hijos: “Todo animal moviente que está vivo puede servirles de alimento. Como en el caso de la vegetación verde, de veras lo doy todo a ustedes”. Sin embargo, Dios añadió esta prohibición: “Solo carne con su alma [o vida] —su sangre— no deben comer” (Génesis 1:29; 9:3, 4). Está claro que, para Jehová, la vida y la sangre están muy relacionadas.

Un modo de mostrar respeto por la sangre es no comiéndola. En la Ley que dio a los israelitas, Jehová mandó: “En cuanto a cualquier hombre [...] que al cazar prenda una bestia salvaje o un ave que pueda comerse, en tal caso tiene que derramar la sangre de esta y cubrirla con polvo. Porque [...] dije yo a los hijos de Israel: ‘No deben comer la sangre de ninguna clase de carne [...]’” (Levítico 17:13, 14). La prohibición de comer sangre animal, que Dios ya había dado a Noé unos ochocientos años antes, aún era válida. Estaba claro lo que pensaba Jehová: sus siervos podían comer la carne de los animales, pero no la sangre. Tenían que derramarla en el suelo, lo cual era como devolver a Dios la vida del animal.

A los cristianos se nos ha dado un mandato parecido. En el siglo primero, los apóstoles y otros hombres que dirigían a los discípulos de Jesús se reunieron para decidir qué mandatos debían obedecer todos los cristianos. Esta fue la conclusión a la que llegaron: “Al espíritu santo y a nosotros mismos nos ha parecido bien no añadirles ninguna otra carga, salvo estas cosas necesarias: que sigan absteniéndose de cosas sacrificadas a ídolos, y de sangre, y de cosas estranguladas [animales no desangrados], y de fornicación” (Hechos 15:28, 29; 21:25). Así que debemos ‘abstenernos de sangre’. A los ojos de Dios, esto es tan importante como evitar la idolatría y la inmoralidad sexual.

Si su médico le mandara abstenerse del alcohol, ¿se lo introduciría en las venas?


¿Están incluidas las transfusiones en el mandato de abstenerse de sangre? Sí, lo están. Pongamos una comparación. Si el médico le dice que se abstenga del alcohol, ¿significa que no debe beberlo pero sí puede inyectárselo en las venas? Por supuesto que no. De la misma manera, abstenerse de sangre significa no introducirla en el cuerpo de ningún modo. Así que para obedecer ese mandato no debemos permitir que nos pongan una transfusión de sangre.

Pero ¿qué ocurre si un cristiano está gravemente herido o tiene que someterse a una operación seria? Supongamos que los médicos le dijeran que si no le ponen sangre, morirá. Lógicamente, el cristiano no quiere morir. Como desea conservar el valioso regalo divino de la vida, estaría dispuesto a recibir otros tratamientos médicos que no implicaran un mal uso de la sangre. Por eso, aceptaría alguna de las diversas alternativas a la sangre que estuvieran a su alcance.

¿Violaría el cristiano la ley de Dios para alargar un poco su vida en este sistema de cosas? Jesús dijo: “El que quiera salvar su alma [o su vida], la perderá; pero el que pierda su alma por causa de mí, la hallará” (Mateo 16:25). Ninguno de nosotros desea morir. Sin embargo, si tratamos de salvar nuestra vida actual violando la ley de Dios, nos arriesgamos a perder la vida eterna. De modo que lo más sensato es confiar plenamente en que la ley divina es para nuestro bien. Podemos estar seguros de que si llegamos a morir, el Dador de la vida nos recordará en la resurrección y nos devolverá ese precioso don (Juan 5:28, 29; Hebreos 11:6).

Los siervos fieles de Dios están completamente decididos a obedecer el mandato divino sobre la sangre. Por eso, no la comen de ninguna forma ni la aceptan como tratamiento médico.* Están convencidos de que el Creador de la sangre sabe qué es lo más conveniente para ellos. ¿Lo cree usted también?

EL ÚNICO USO APROPIADO DE LA SANGRE

¿Cómo podemos mostrar que respetamos la vida y la sangre?


La Ley mosaica mostró con claridad cuál es el único uso apropiado de la sangre. Al dar a los israelitas las instrucciones para adorarlo, Jehová les dijo: “El alma [o la vida] de la carne está en la sangre, y yo mismo la he puesto sobre el altar para ustedes para hacer expiación por sus almas, porque la sangre es lo que hace expiación” (Levítico 17:11). Cuando los israelitas pecaban, podían recibir el perdón si ofrecían un animal y se llevaba parte de su sangre al altar del tabernáculo o, posteriormente, al del templo de Dios. Solo debía utilizarse la sangre de esa manera.

Los cristianos verdaderos no tienen que obedecer la Ley mosaica y, por lo tanto, no ofrecen sacrificios de animales ni llevan la sangre de estos a un altar (Hebreos 10:1). Sin embargo, ese uso que recibía la sangre en el antiguo Israel representaba el valioso sacrificio que iba a realizarse más adelante: el del Hijo de Dios, Jesucristo. Como aprendimos en el capítulo 5, Jesús entregó su vida humana por nosotros al derramar su sangre en sacrificio. Después ascendió al cielo y ofreció a Dios una vez y para siempre el valor de la sangre que él había derramado (Hebreos 9:11, 12). De ese modo hizo posible el perdón de nuestros pecados y nos abrió el camino a la vida eterna (Mateo 20:28; Juan 3:16). Sin duda, ese uso de la sangre fue importantísimo (1 Pedro 1:18, 19). Solo nos salvaremos si tenemos fe en el valor de la sangre derramada de Jesús.

¡Qué agradecidos estamos a nuestro amoroso Dios por el don de la vida! La gratitud debería impulsarnos a decirle a la gente que si tiene fe en el sacrificio de Jesús, podrá vivir para siempre. Y lo haremos con entusiasmo, porque, al igual que Jehová, consideramos que la vida de nuestros semejantes es muy valiosa (Ezequiel 3:17-21). Si cumplimos fielmente con esa responsabilidad, podremos decir, como el apóstol Pablo: “Estoy limpio de la sangre de todo hombre, porque no me he retraído de decirles todo el consejo de Dios” (Hechos 20:26, 27). En efecto, una de las mejores maneras de demostrar cuánto respetamos la vida y la sangre es hablando a nuestro prójimo acerca de Dios y sus propósitos.

El modo de vida que le agrada a Dios


¿Cómo puede usted hacerse amigo de Dios?

¿Qué tiene que ver con usted el desafío de Satanás?

¿Qué conductas desagradan a Dios?

¿Cómo puede llevar una vida que le agrade a Dios?

¿A QUÉ clase de persona elegiría como amigo? Probablemente buscaría la compañía de alguien con las mismas opiniones, intereses y principios morales que usted. Y seguro que preferiría a alguien con buenas cualidades; por ejemplo, que fuera honrado y amable.

A lo largo de la historia, Dios ha elegido a algunos seres humanos para que sean sus amigos íntimos. Por ejemplo, a Abrahán lo llamó amigo suyo (Isaías 41:8; Santiago 2:23). De David dijo que era un “varón agradable a [su] corazón”, porque era la clase de persona a la que él ama (Hechos 13:22). Y al profeta Daniel lo consideró “alguien muy deseable” (Daniel 9:23).

¿Por qué consideró Jehová a Abrahán, David y Daniel amigos suyos? Pues bien, a Abrahán le dijo: “Has escuchado mi voz” (Génesis 22:18). De modo que Jehová se acerca a quienes hacen con humildad lo que él les pide. “Obedezcan mi voz —les dijo a los israelitas—, y ciertamente llegaré a ser su Dios, y ustedes mismos llegarán a ser mi pueblo.” (Jeremías 7:23.) Si obedece a Jehová, también usted puede ser su amigo.

JEHOVÁ FORTALECE A SUS AMIGOS
Piense en lo que significa tener la amistad de Dios. La Biblia dice que Jehová busca oportunidades de “mostrar su fuerza a favor de aquellos cuyo corazón es completo para con él” (2 Crónicas 16:9). ¿Cómo puede Dios mostrar su fuerza a favor de usted? Salmo 32:8 indica una forma: “[Yo, Jehová,] te haré tener perspicacia, y te instruiré en el camino en que debes ir. Ciertamente daré consejo con mi ojo sobre ti”.

¡De qué forma tan conmovedora le expresa Jehová cómo cuidará de usted! Él le dará los consejos que usted necesite y, si los pone en práctica, velará por su bienestar. Dios desea ayudarle a superar las pruebas y dificultades que se le presenten (Salmo 55:22). De modo que si le sirve con todo su corazón, puede sentirse tan seguro como el salmista, que dijo: “He puesto a Jehová enfrente de mí constantemente. Porque él está a mi diestra, no se me hará tambalear” (Salmo 16:8; 63:8). Así es, Jehová puede ayudarle a llevar una vida que le agrade a él. Pero, como ya sabe, hay un enemigo de Dios que quiere impedirle que lo haga.

EL DESAFÍO DE SATANÁS

Como se explicó en el capítulo 11, Satanás desafió la soberanía de Dios. Acusó a Jehová de mentir y dio a entender que era un gobernante injusto, pues no permitía que Adán y Eva decidieran por sí mismos lo que estaba bien o mal. Después de que nuestros primeros padres pecaron, la Tierra empezó a llenarse de sus descendientes. Entonces Satanás puso en duda los motivos que tenían todos los seres humanos para adorar a Jehová. Fue como si dijera: “La gente no sirve a Dios por amor. Si se me da la oportunidad, puedo hacer que cualquier persona se ponga en contra de Dios”. El relato de Job demuestra que eso era lo que creía el Diablo. Pero ¿quién fue Job, y qué tuvo que ver con el desafío de Satanás?

Job vivió hace unos tres mil seiscientos años. Era un hombre tan bueno que Jehová dijo: “No hay ninguno como él en la tierra, un hombre sin culpa y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:8). En efecto, Jehová miraba con favor a Job.

El Diablo puso en duda los motivos por los que Job servía a Dios. Le dijo a Jehová: “¿No has puesto tú mismo un seto protector alrededor de [Job] y alrededor de su casa y alrededor de todo lo que tiene [...]? La obra de sus manos has bendecido, y su ganado mismo se ha extendido en la tierra. Pero, para variar, sírvete alargar la mano, y toca todo lo que tiene, y ve si no te maldice en tu misma cara” (Job 1:10, 11).

Satanás afirmó que Job servía a Dios solo por lo que obtenía a cambio. También afirmó que si se ponía a prueba a Job, este se volvería contra Dios. ¿Cómo respondió Jehová al desafío del Diablo? Puesto que la cuestión tenía que ver con los motivos de Job, Jehová permitió que Satanás lo pusiera a prueba. De esta forma quedaría claro si Job amaba a Dios o no.

SE PONE A PRUEBA A JOB

Satanás sometió enseguida a Job a diversas pruebas. Hizo que le robaran parte del ganado y el resto muriera y que casi todos sus siervos fueran asesinados. Todo esto le causó graves problemas económicos. Después, el Diablo lo golpeó con otra tragedia, pues sus diez hijos perdieron la vida en una tormenta. Pero, a pesar de esas desgracias, “Job no pecó, ni atribuyó nada impropio a Dios” (Job 1:22).
Job fue recompensado por su lealtad

Satanás no se dio por vencido. Seguramente pensó que, aunque Job podía soportar la pérdida de todo lo que poseía y de sus siervos e hijos, se volvería contra Dios si se enfermaba. Por lo tanto, Jehová permitió que el Diablo le provocara una enfermedad repugnante y dolorosa. Pero ni aun así Job perdió la fe en Dios. Al contrario, dijo enérgicamente: “¡Hasta la muerte mantendré mi integridad!” (Job 27:5, Santa Biblia, Reina-Valera, 1995).

Job no sabía que era Satanás quien había provocado sus desgracias. Como no conocía los detalles del desafío del Diablo a la soberanía de Jehová, temía que Dios fuera el causante de sus problemas (Job 6:4; 16:11-14). Aun así, se mantuvo íntegro, o leal, a los ojos de Jehová. Y no solo eso: con su conducta fiel, Job demostró que era falsa la acusación de Satanás de que servía a Dios por motivos egoístas.

La lealtad de Job le permitió a Jehová dar una firme respuesta al desafío insultante de Satanás. Job era de verdad amigo de Jehová, y él lo recompensó por su lealtad (Job 42:12-17).

¿QUÉ TIENE QUE VER CON USTED EL DESAFÍO DE SATANÁS?

La cuestión de la lealtad a Dios que planteó Satanás no tenía que ver solo con Job. También tiene que ver con cada uno de nosotros. La Palabra de Dios lo muestra claramente en Proverbios 27:11, donde dice: “Sé sabio, hijo mío, y regocija mi corazón, para que pueda responder al que me está desafiando con escarnio”. Estas palabras, escritas siglos después de la muerte de Job, indican que Satanás seguía desafiando a Dios y acusando a Sus siervos. Cuando vivimos de una manera que le agrada a Jehová, ayudamos a responder las acusaciones falsas de Satanás y así le alegramos el corazón a Dios. ¿Qué piensa usted de eso? Aunque tenga que hacer cambios en su vida, ¿verdad que sería maravilloso que pudiera contribuir a dar respuesta a las mentiras del Diablo?

Fíjese en que Satanás aseguró: “Todo lo que el hombre tiene lo dará en el interés de su alma” (Job 2:4). Al decir “el hombre”, Satanás dejó claro que no solo estaba acusando a Job, sino a todos los seres humanos. Este detalle es muy importante. El Diablo ha puesto en duda la lealtad que usted le tiene a Dios. A él le gustaría que, cuando a usted le surjan dificultades, desobedezca a Dios y deje de actuar como debe. ¿Qué métodos pudiera utilizar Satanás para conseguir su propósito?

Como vimos en el capítulo 10, Satanás utiliza varios métodos para apartar a la gente de Dios. Por un lado, ataca “como león rugiente, procurando devorar a alguien” (1 Pedro 5:8). De modo que usted notará su influencia si sus amigos, sus familiares u otras personas se oponen a que estudie la Biblia o ponga en práctica lo que aprende (Juan 15:19, 20).* Por otro lado, Satanás siempre está “transformándose en ángel de luz” (2 Corintios 11:14). Así pues, el Diablo puede utilizar métodos astutos para engañarlo y evitar que lleve una vida que le agrade a Dios. Uno de esos métodos es el desánimo. Tal vez haga que usted piense que nunca logrará agradar a Dios (Proverbios 24:10). Pero sea que Satanás actúe como un “león rugiente” o como un “ángel de luz”, su desafío es el mismo: él asegura que cuando usted se enfrente a problemas o tentaciones, dejará de servir a Dios. ¿Cómo puede responder a su desafío y demostrar que es leal a Dios, como hizo Job?

OBEDEZCAMOS LOS MANDAMIENTOS DE JEHOVÁ

Usted puede responder al desafío de Satanás llevando una vida que le agrade a Dios. ¿Qué implica eso? La Biblia contesta: “Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza vital” (Deuteronomio 6:5). Cuanto más ame a Dios, más deseará hacer lo que él le pide. El apóstol Juan escribió: “Esto es lo que el amor de Dios significa: que observemos sus mandamientos”. Si ama a Jehová con todo su corazón, verá que “sus mandamientos no son gravosos”, es decir, no son una carga (1 Juan 5:3).

¿Cuáles son los mandamientos de Jehová? Algunos tienen que ver con comportamientos que debemos evitar. Por ejemplo, fíjese en el recuadro titulado “Evitemos lo que Jehová odia”. Contiene una lista de conductas que la Biblia condena de forma clara. A primera vista, algunas quizás no le parezcan tan malas. Pero después de meditar en los textos bíblicos, probablemente verá lo sabias que son las leyes divinas. Puede que tenga que hacer cambios en su vida y que eso sea una de las cosas más difíciles a las que jamás se haya enfrentado. Sin embargo, quienes llevan una vida que le agrada a Dios sienten una gran satisfacción y felicidad (Isaías 48:17, 18). Y eso es algo que usted puede lograr. ¿Cómo lo sabemos?

EVITEMOS LO QUE JEHOVÁ ODIA

El homicidio (Éxodo 20:13; 21:22, 23).

La inmoralidad sexual (Levítico 20:10, 13, 15, 16; Romanos 1:24, 26, 27, 32; 1 Corintios 6:9, 10).

El espiritismo (Deuteronomio 18:9-13; 1 Corintios 10:21, 22; Gálatas 5:20, 21).

La idolatría (1 Corintios 10:14).

La borrachera (1 Corintios 5:11).

El robo (Levítico 6:2, 4; Efesios 4:28)

La mentira (Proverbios 6:16, 19; Colosenses 3:9; Revelación [Apocalipsis] 22:15).

La avidez o codicia (1 Corintios 5:11)

La violencia (Salmo 11:5; Proverbios 22:24, 25; Malaquías 2:16; Gálatas 5:20).

El mal uso de la lengua (Levítico 19:16; Efesios 5:4; Colosenses 3:8).

El mal uso de la sangre (Génesis 9:4; Hechos 15:20, 28, 29).

La negativa a mantener a la familia (1 Timoteo 5:8).

La participación en las guerras o las disputas políticas de este mundo (Isaías 2:4; Juan 6:15; 17:16).

El consumo de tabaco o drogas (Marcos 15:23; 2 Corintios 7:1).



Porque Jehová nunca nos pide más de lo que podemos hacer (Deuteronomio 30:11-14). Él conoce nuestro potencial y nuestras limitaciones mejor que nosotros mismos (Salmo 103:14). Además, puede darnos las fuerzas que necesitamos para obedecerle. El apóstol Pablo escribió: “Dios es fiel, y no dejará que sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que junto con la tentación también dispondrá la salida para que puedan aguantarla” (1 Corintios 10:13). A fin de ayudarnos a aguantar, Jehová puede incluso darnos “poder que es más allá de lo normal” (2 Corintios 4:7). Así fue en el caso de Pablo, quien, después de soportar muchas pruebas, dijo: “Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de aquel que me imparte poder” (Filipenses 4:13).

ADQUIRAMOS LAS CUALIDADES QUE LE AGRADAN A DIOS

Por supuesto, para agradar a Jehová no basta con evitar lo que él odia. También hay que amar lo que él ama (Romanos 12:9). ¿No se siente usted a gusto con las personas que tienen las mismas opiniones, intereses y principios morales que usted? Pues Jehová también. Así que aprenda a amar las cosas que él ama. En Salmo 15:1-5, donde se indica a quiénes considera Dios sus amigos, se mencionan algunas de tales cosas. Los amigos de Jehová producen lo que la Biblia llama “el fruto del espíritu”, que abarca las siguientes cualidades: “amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad [y] autodominio” (Gálatas 5:22, 23).

Algo que le ayudará a desarrollar las cualidades que le gustan a Dios será leer y estudiar regularmente las Escrituras. Además, al ir aprendiendo lo que Jehová espera de usted, llegará a tener su misma forma de pensar (Isaías 30:20, 21). Cuanto más ame a Jehová, más deseará que su modo de vida le agrade a él.

Se necesita esfuerzo para llevar una vida que le agrade a Jehová. La Biblia dice que cuando uno efectúa cambios profundos en su vida, es como si se desnudara de la vieja personalidad y se vistiera de una nueva (Colosenses 3:9, 10). Sin embargo, el salmista dijo sobre las normas divinas: “En guardarlas hay un galardón grande” (Salmo 19:11). Si usted lleva una vida que le agrade a Dios, también recibirá muchas recompensas. Además, responderá al desafío de Satanás y alegrará el corazón de Jehová.

¿Por qué permite Dios el sufrimiento?

¿Es Dios el causante del sufrimiento que hay en el mundo?

¿Qué cuestión surgió en el jardín de Edén?

¿Cómo reparará Dios todo el daño que se ha causado?


EN UN país desgarrado por la guerra, hubo una terrible batalla que causó la muerte de miles de mujeres y niños. Todos estos civiles fueron enterrados en una fosa común rodeada de pequeñas cruces con una misma inscripción: “¿Por qué?”. Esa es la pregunta que más hacen quienes pasan por experiencias muy dolorosas. La hacen con tristeza cuando una guerra, una catástrofe, una enfermedad o un acto violento se lleva a sus seres queridos inocentes, destruye sus casas o los hace sufrir terriblemente de otras maneras. Quieren saber por qué les suceden esas desgracias

¿Por qué permite Jehová Dios el sufrimiento? Si es todopoderoso, amoroso, sabio y justo, ¿por qué hay tanto odio e injusticia en el mundo? ¿Alguna vez se ha hecho usted esas preguntas?

¿Hay algo de malo en preguntar por qué permite Dios el sufrimiento? Algunos creen que si lo hacen demuestran que les falta fe o que no le tienen respeto a Dios. Sin embargo, al leer la Biblia, usted verá que hubo siervos fieles de Dios que hicieron preguntas parecidas. Por ejemplo, el profeta Habacuc le dijo a Jehová: “¿Por qué me obligas a ver tanta violencia e injusticia? Por todas partes veo sólo pleitos y peleas; por todas partes veo sólo violencia y destrucción” (Habacuc 1:3, Traducción en lenguaje actual).
Jehová acabará con todo el sufrimiento


¿Regañó Jehová al fiel profeta Habacuc por plantear esa cuestión? No, no lo regañó. En vez de eso, incluyó sus sinceras palabras en las Escrituras inspiradas. Además, lo ayudó a entender mejor el asunto y a aumentar su fe. Jehová desea hacer lo mismo por usted. Recuerde que la Biblia enseña que “él se interesa” por nosotros (1 Pedro 5:7). Dios odia mucho más que cualquier ser humano la maldad y el sufrimiento que esta causa (Isaías 55:8, 9). Entonces, ¿por qué hay tanto sufrimiento en el mundo?

¿POR QUÉ HAY TANTO SUFRIMIENTO?

Mucha gente de distintas religiones ha preguntado a sus líderes y maestros religiosos por qué sufrimos tanto. La respuesta que suelen darles es que esa es la voluntad de Dios y que él ya determinó hace mucho tiempo todo lo que iba a suceder, hasta las desgracias. A muchas personas les han dicho que los caminos de Dios son misteriosos o que Dios se lleva a la gente, incluso a los niños, para que estén con él en el cielo. Sin embargo, como usted ha aprendido, Jehová nunca causa nada malo. La Biblia dice: “¡Lejos sea del Dios verdadero el obrar inicuamente [o con maldad], y del Todopoderoso el obrar injustamente!” (Job 34:10).

¿Sabe por qué las personas cometen el error de culpar a Dios de todos los sufrimientos? En muchos casos, porque creen que el Dios todopoderoso es el gobernante de este mundo. No conocen una sencilla pero importante verdad que enseña la Biblia y que usted ya aprendió en el capítulo 3 de este libro. Nos referimos a que el verdadero gobernante de este mundo es Satanás.

La Biblia dice claramente que “el mundo entero yace en el poder del inicuo”, el Diablo (1 Juan 5:19). ¿Verdad que eso lo explica todo? El mundo refleja la personalidad del espíritu invisible que “está extraviando [o engañando] a toda la tierra habitada” (Revelación [Apocalipsis] 12:9). Satanás actúa con engaño, odio y crueldad. Por eso el mundo, que se encuentra bajo su control, está lleno de engaño, odio y crueldad. Esa es la primera razón por la que hay tanto sufrimiento.

La segunda razón es que, como vimos en el capítulo 3, desde que el hombre se rebeló en el jardín de Edén, es imperfecto y pecador. Por lo tanto, le atrae el poder y lucha por obtenerlo, lo que ha traído guerras, opresión y sufrimiento (Eclesiastés 4:1; 8:9). La tercera razón por la que sufrimos es lo que la Biblia llama “el tiempo y el suceso imprevisto” (Eclesiastés 9:11). Como este mundo no está gobernado por Jehová, no cuenta con su protección. Así que la gente puede sufrir daño por encontrarse en cierto lugar en un mal momento.

Es un consuelo saber que Dios no causa el sufrimiento. Él no es el culpable de las guerras, los crímenes, la opresión ni las catástrofes naturales que tanto dolor nos producen. Pero aún tenemos que contestar la pregunta de por qué permite todo ese sufrimiento. Si es todopoderoso, está claro que tiene el poder para ponerle fin. Entonces, ¿por qué no lo hace? Como hemos llegado a conocer a Jehová y hemos visto que es un Dios amoroso, estamos seguros de que debe tener una buena razón (1 Juan 4:8).

SURGE UNA IMPORTANTE CUESTIÓN

Para averiguar por qué permite Dios el sufrimiento, debemos retroceder al momento en que comenzaron todos los problemas. Cuando Satanás consiguió que Adán y Eva desobedecieran a Jehová, surgió una importante cuestión. Satanás no puso en duda el poder de Jehová, pues sabía que no tiene límites. Más bien, puso en duda Su derecho a gobernar. Al afirmar que Dios es un mentiroso y que impide que sus súbditos disfruten de cosas buenas, el Diablo lo estaba acusando de ser un mal gobernante (Génesis 3:2-5). Además, estaba dando a entender que a los seres humanos les iría mejor si no los gobernaba Dios. De esta manera lanzó un ataque contra la soberanía de Jehová, es decir, su derecho a gobernar.

Cuando Adán y Eva se rebelaron contra Jehová, fue como si dijeran: “No necesitamos que Dios nos gobierne. Podemos decidir por nosotros mismos lo que está bien y lo que está mal”. ¿Cómo resolvería Jehová la cuestión? ¿Cómo demostraría a todas las criaturas inteligentes que los rebeldes no tenían razón y que la forma en que él hace las cosas es la mejor? Hay quien piensa que Dios debería haber destruido a los rebeldes y haber creado una nueva pareja humana. Pero él ya había declarado que su propósito era que la Tierra fuera un paraíso y se llenara con los descendientes de Adán y Eva (Génesis 1:28). Y Jehová siempre cumple todo lo que se propone (Isaías 55:10, 11). Además, si hubiera eliminado a los rebeldes en el jardín de Edén, no se habría resuelto la cuestión relacionada con Su derecho a gobernar.

¿Está el alumno más capacitado que el maestro para dar la clase?



Pongamos una comparación. Un maestro está explicando a sus alumnos cómo resolver un difícil problema de matemáticas. De repente, un alumno inteligente pero rebelde afirma que la forma en que lo está resolviendo es incorrecta, y así da a entender que es un mal maestro. El muchacho insiste en que él conoce una forma mucho mejor de resolverlo. Algunos de sus compañeros de clase creen que tiene razón y se rebelan también. ¿Qué debería hacer el maestro? Podría echar de la clase a los estudiantes rebeldes, pero ¿cómo reaccionarían los demás? Tal vez pensarían que su compañero y los que se unieron a él tienen razón. Podrían perderle el respeto al maestro y pensar que tiene miedo de que se pruebe que está equivocado. Pero ahora suponga que el profesor permite que el estudiante rebelde demuestre a la clase cómo resolvería él el problema.

Jehová ha hecho algo parecido. Recuerde que quienes se rebelaron en el jardín de Edén no eran los únicos implicados en la cuestión. Millones de ángeles observaron lo que ocurrió (Job 38:7; Daniel 7:10). La forma en que Jehová respondiera a la rebelión tendría importantes consecuencias para aquellos ángeles y, con el tiempo, para todas las demás criaturas inteligentes. Así pues, ¿qué ha hecho Jehová? Ha permitido que Satanás demuestre cómo gobernaría él a la humanidad. Y también ha permitido que los seres humanos se gobiernen a sí mismos bajo la dirección de Satanás.

El maestro del que hablábamos sabe que el joven rebelde y los alumnos que lo apoyan no tienen razón. Pero también sabe que si deja que intenten resolver el problema a su manera, toda la clase se beneficiará. Así es, cuando se demuestre que los rebeldes están equivocados, los alumnos que sean sinceros reconocerán que el maestro es el único capacitado para dar la clase. Además, entenderán por qué a continuación este expulsa de la clase a los estudiantes rebeldes. Del mismo modo, Jehová sabe que todos los ángeles y humanos sinceros se beneficiarán cuando vean que Satanás y los demás ángeles rebeldes no tienen razón y que la humanidad no puede gobernarse a sí misma. Aprenderán esta gran verdad que expresó el profeta Jeremías: “Bien sé yo, oh Jehová, que al hombre terrestre no le pertenece su camino. No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso” (Jeremías 10:23).

¿POR QUÉ TANTO TIEMPO?

Pero ¿por qué ha permitido Jehová que el sufrimiento dure tanto tiempo? ¿Y por qué no evita que sucedan cosas malas? Pues bien, pensemos en dos cosas que el maestro antes mencionado no haría. Por un lado, no impediría que el alumno rebelde demostrara cuál es su solución, y por otro lado, no lo ayudaría a resolver el problema. De igual modo, hay dos cosas que Jehová ha decidido no hacer. En primer lugar, no ha impedido que el Diablo y los que están de su parte intenten demostrar que tienen razón. Para ello ha sido necesario dejar pasar el tiempo. En sus miles de años de historia, la humanidad ha probado todo tipo de gobierno y ha hecho avances en la ciencia y en otros campos. No obstante, las injusticias, la pobreza, los delitos y las guerras no han dejado de aumentar. Está más que demostrado que la gobernación humana es un fracaso.

En segundo lugar, Jehová no ha ayudado a Satanás a gobernar este mundo. Si Dios evitara que ocurrieran crímenes horribles y otras desgracias, ¿no cree que en realidad estaría apoyando a los rebeldes? ¿Verdad que podríamos pensar que los seres humanos sí podemos gobernarnos sin que se produzcan resultados desastrosos? Si Jehová actuara de esa forma, sería cómplice de una mentira. Sin embargo, “es imposible que Dios mienta” (Hebreos 6:18).


Dios le ayudará a aguantar los sufrimientos


Pero ¿qué puede decirse de todo el daño que ha causado la larga rebelión contra Dios? Recordemos que Jehová es todopoderoso. Por lo tanto, puede reparar todo ese daño y, además, va a hacerlo. Como hemos aprendido, nuestro planeta se recuperará del maltrato que ha recibido y se convertirá en un paraíso. Gracias a la fe en el sacrificio de Jesús, los seres humanos serán liberados de las consecuencias del pecado. Y en el caso de los difuntos, la resurrección reparará el daño causado por la muerte. De esa forma, Dios utilizará a Jesús “para desbaratar las obras del Diablo” (1 Juan 3:8). Jehová hará todo esto en el momento que él considere mejor. Podemos alegrarnos de que no haya actuado antes, pues gracias a su paciencia se nos ha ofrecido la oportunidad de aprender la verdad y servirle (2 Pedro 3:9, 10). Mientras tanto, Dios está buscando a las personas que desean sinceramente adorarlo y las ayuda a aguantar los sufrimientos en este mundo lleno de problemas (Juan 4:23; 1 Corintios 10:13).

Algunos tal vez piensen que todo este sufrimiento se habría evitado si Dios hubiera creado a Adán y Eva de tal modo que fueran incapaces de rebelarse. Para saber por qué no lo hizo, recuerde un valioso regalo que Jehová nos ha hecho.

¿CÓMO UTILIZARÁ USTED EL REGALO DE DIOS?

Como vimos en el capítulo 5, los seres humanos fuimos creados con libre albedrío, es decir, con la capacidad de tomar nuestras propias decisiones. ¿Se da cuenta de lo valioso que es ese regalo? Dios creó también muchísimos animales, pero todos ellos se guían principalmente por el instinto (Proverbios 30:24). Y el hombre ha fabricado robots que están programados para obedecer órdenes. ¿Seríamos nosotros felices si Dios nos hubiera hecho de esa forma? Claro que no. Por eso nos alegra tener la libertad de decidir, por ejemplo, qué clase de personas seremos, qué vida llevaremos y qué amistades haremos. A nosotros nos encanta tener esa libertad, y Dios quiere que la tengamos.

Jehová no desea que le sirvamos por obligación (2 Corintios 9:7). ¿Qué prefiere cualquier padre o madre: que su hijo le diga “Te quiero mucho” porque lo han obligado a hacerlo, o porque le sale del corazón? Entonces, la pregunta que usted debe hacerse es: “¿Cómo utilizaré yo el libre albedrío que Jehová me ha dado?”. Satanás, Adán y Eva lo utilizaron de la peor manera posible, pues rechazaron a Jehová Dios. ¿Y usted? ¿Qué hará?

Usted tiene la posibilidad de utilizar ese maravilloso regalo, el libre albedrío, de la mejor forma. Puede unirse a los millones de seres humanos que se han puesto del lado de Jehová. Estas personas le causan gran alegría a Dios porque demuestran que Satanás es un mentiroso y un malísimo gobernante (Proverbios 27:11). Usted puede hacer lo mismo si escoge el mejor modo de vida. En el siguiente capítulo se explicará cuál es este.

¿Cómo influyen en nosotros las criaturas espirituales?

¿Ayudan los ángeles a los seres humanos?

¿Cómo han influido los malos espíritus en la gente?

¿Debemos tenerles miedo a los malos espíritus?




NORMALMENTE, conocer a alguien implica saber algunas cosas sobre su familia. De igual modo, conocer a Jehová Dios implica tener cierta información sobre su familia celestial. Esta se compone de ángeles, pues la Biblia los llama “hijos de Dios” (Job 38:7). Pero ¿cómo los utiliza Jehová para realizar su propósito? ¿Han cumplido alguna función en la historia de la humanidad? ¿Influyen los ángeles en nuestra vida? Si así es, ¿cómo?

La Biblia menciona a los ángeles cientos de veces. Analicemos algunas de ellas para conocerlos mejor. ¿Qué origen tienen los ángeles? Colosenses 1:16 responde: “Por medio de [Jesucristo] todas las otras cosas fueron creadas en los cielos y sobre la tierra”. Así pues, todos los seres espirituales llamados ángeles fueron creados individualmente por Jehová Dios mediante su Hijo primogénito. ¿Cuántos ángeles hay? La Biblia indica que hay cientos de millones y que todos ellos son poderosos (Salmo 103:20).*

La Palabra de Dios, la Biblia, nos informa que cuando Jehová creó la Tierra, “todos los hijos de Dios empezaron a gritar en aplauso” (Job 38:4-7). Este pasaje bíblico nos enseña que los ángeles ya existían mucho antes de la creación del hombre, pues existían incluso antes de la creación de la Tierra. También muestra que los ángeles tienen sentimientos, porque dice que “gozosamente clamaron a una”. Note que “todos los hijos de Dios” se alegraron “a una”, es decir, a la vez. Así que en aquel entonces, todos los ángeles formaban parte de una sola familia que servía unida a Jehová.

AYUDA Y PROTECCIÓN DE LOS ÁNGELES


“Mi propio Dios envió a su ángel y cerró la boca de los leones.” (Daniel 6:22)

Desde que observaron la creación de nuestros primeros padres, las criaturas espirituales fieles han demostrado mucho interés en la creciente familia humana y en el cumplimiento del propósito de Dios (Proverbios 8:30, 31; 1 Pedro 1:11, 12). Sin embargo, con el paso del tiempo han visto cómo la mayor parte de la humanidad ha decidido no servir a su amoroso Creador. Sin duda, esto ha entristecido a los ángeles fieles. Por otra parte, cuando regresa a Jehová aunque sea una sola persona, “surge gozo entre los ángeles” (Lucas 15:10). Como hemos visto, a ellos les importa mucho el bienestar de los siervos de Dios. Por eso no nos sorprende que Jehová los haya utilizado en muchas ocasiones para fortalecer y proteger a quienes le son fieles en la Tierra (Hebreos 1:7, 14). Veamos algunos ejemplos.

Cuando Dios destruyó las malvadas ciudades de Sodoma y Gomorra, el justo Lot y sus hijas sobrevivieron gracias a que dos ángeles los sacaron de la zona (Génesis 19:15, 16). Siglos después, el profeta Daniel fue arrojado a un foso en el que había leones, pero no sufrió ningún daño. Él explicó así la razón: “Mi propio Dios envió a su ángel y cerró la boca de los leones” (Daniel 6:22). En el siglo primero de nuestra era, un ángel liberó al apóstol Pedro de la prisión (Hechos 12:6-11). También Jesús recibió ayuda angélica cuando comenzaba su servicio a Dios en la Tierra (Marcos 1:13). Y poco antes de su muerte, se le apareció un ángel y “lo fortaleció” (Lucas 22:43). ¡Cuánto debió de animar a Jesús recibir ese apoyo en momentos tan importantes de su vida!

Hoy en día no vemos a estas criaturas espirituales, pues ya no se aparecen a los siervos de Jehová en la Tierra. Sin embargo, los poderosos ángeles siguen protegiendo al pueblo de Dios, sobre todo de las cosas que ponen en peligro su espiritualidad. La Biblia dice: “El ángel de Jehová está acampando todo en derredor de los que le temen, y los libra” (Salmo 34:7). ¿Por qué deberían animarnos mucho esas palabras? Porque hay peligrosos espíritus malignos, los cuales quieren acabar con nosotros. ¿Quiénes son? ¿De dónde salieron? ¿De qué formas tratan de perjudicarnos? Para averiguarlo, veamos brevemente algo que sucedió en los comienzos de la historia de la humanidad.

ESPÍRITUS QUE SON NUESTROS ENEMIGOS

Como aprendimos en el capítulo 3, hubo un ángel que se dejó llevar por el deseo de gobernar a otras personas, y de ese modo se puso en contra de Dios. Más tarde se le llegó a conocer por los nombres de Satanás y Diablo (Revelación 12:9). Después de engañar a Eva, durante un período de mil seiscientos años consiguió que casi todos los seres humanos se apartaran de Dios. Solo unos cuantos fueron fieles; por ejemplo, Abel, Enoc y Noé (Hebreos 11:4, 5, 7).

En tiempos de Noé hubo otros ángeles que se rebelaron contra Jehová. Dejaron su lugar en la familia celestial de Dios, bajaron a la Tierra y tomaron cuerpos de carne y hueso. ¿Por qué? Génesis 6:2 nos explica: “Los hijos del Dios verdadero empezaron a fijarse en las hijas de los hombres, que ellas eran bien parecidas; y se pusieron a tomar esposas para sí, a saber, todas las que escogieron”. Aquellos ángeles estaban corrompiendo a la humanidad, pero Jehová Dios no iba a tolerarlo por mucho tiempo. De modo que mandó un diluvio que acabó con toda la gente mala del mundo; solo se salvaron sus siervos fieles (Génesis 7:17, 23). Para sobrevivir, los ángeles rebeldes, o demonios, se vieron obligados a abandonar sus cuerpos humanos y regresar al cielo como seres espirituales. Con sus acciones demostraron que se habían puesto del lado del Diablo, quien de esa forma se convirtió en “el gobernante de los demonios” (Mateo 9:34).

Cuando los ángeles desobedientes regresaron al cielo, Dios no les permitió que siguieran formando parte de su familia celestial, igual que había hecho con Satanás (2 Pedro 2:4). Aunque ahora no pueden tomar cuerpos de carne y hueso, estos demonios todavía ejercen una terrible influencia en los humanos. De hecho, con su ayuda, Satanás “está extraviando a toda la tierra habitada” (Revelación 12:9; 1 Juan 5:19). ¿Cómo? Los demonios tienen varios métodos para extraviar, o engañar, a la gente (2 Corintios 2:11). Analicemos algunos de ellos.

CÓMO ENGAÑAN LOS DEMONIOS

Los demonios utilizan el espiritismo para engañar a la gente. El espiritismo es el conjunto de prácticas con las que se establece relación con los demonios, sea directamente o a través de un médium. La Biblia condena estas prácticas y nos advierte que evitemos todo lo relacionado con ellas (Gálatas 5:19-21). Se podría comparar el espiritismo al cebo, o carnada, que usan los pescadores. El pescador emplea diversos tipos de cebo para atrapar distintos tipos de peces. De igual modo, los malos espíritus utilizan diferentes formas de espiritismo para que distintos tipos de personas caigan bajo su control.

Un tipo de cebo que usan los demonios es la adivinación. ¿Qué abarca la adivinación? Todas las prácticas con las que se intenta conocer el futuro o lo oculto. Algunas formas de adivinación son la astrología, el uso de la bola de cristal, el empleo de cartas —como las del tarot—, la lectura de la palma de la mano y la búsqueda de revelaciones o señales misteriosas en los sueños. Aunque muchos creen que estas prácticas son inofensivas, la Biblia muestra que los adivinos trabajan en colaboración con los espíritus malos. Por ejemplo, Hechos 16:16-18 dice que “un demonio de adivinación” hacía posible que una muchacha practicara “el arte de la predicción”. Por eso, tan pronto como fue librada del demonio, la muchacha perdió esa habilidad.

Los demonios utilizan distintos métodos para engañar a la gente

Otra forma que tienen los demonios de engañar a la gente es animándola a comunicarse con los muertos. A los que lloran la muerte de seres queridos, a menudo se les hace creer cosas sobre los muertos que no son ciertas. Puede que un médium les dé información poco conocida sobre el difunto o hable con una voz que parezca la suya. Esto ha llevado a muchas personas a pensar que los muertos en realidad están vivos y que si se comunican con ellos recibirán consuelo. Pero tal consuelo es falso y, además, peligroso. ¿Por qué? Porque los demonios pueden imitar la voz de los muertos y dar a los médium información sobre ellos (1 Samuel 28:3-19). Por otra parte, como aprendimos en el capítulo 6, cuando alguien fallece, deja de existir (Salmo 115:17). De modo que todo el que “pregunt[a] a los muertos” ha sido engañado por los malos espíritus y actúa en contra de la voluntad de Dios (Deuteronomio 18:10, 11; Isaías 8:19). Por lo tanto, haga todo lo posible por evitar esa peligrosa carnada de los demonios.

Los espíritus malignos no solo engañan a la gente, sino que también la asustan. Satanás y sus demonios saben que solo les queda “un corto espacio de tiempo” para que los eliminen de la escena; por eso actúan con más crueldad que nunca (Revelación 12:12, 17). Aun así, miles de personas que antes vivían atemorizadas por esos espíritus han podido librarse de ellos. ¿Cómo lo han logrado? ¿Cómo puede uno librarse de los demonios, incluso si ha estado practicando el espiritismo?

CÓMO OPONERSE A LOS MALOS ESPÍRITUS

La Biblia nos dice cómo oponernos a los espíritus malos y cómo librarnos de ellos. Veamos el ejemplo de los cristianos que vivían en la ciudad de Éfeso en el siglo primero. Antes de hacerse cristianos, algunos de ellos habían practicado el espiritismo. Cuando decidieron dejar de hacerlo, ¿qué paso dieron? La Palabra de Dios indica: “Buen número de los que habían practicado artes mágicas juntaron sus libros y los quemaron delante de todos” (Hechos 19:19). Aquellos nuevos cristianos destruyeron sus libros de magia, y así dieron el ejemplo a la gente de la actualidad que quiera oponerse a los espíritus malos. Quienes deseen servir a Jehová tienen que deshacerse de todos los objetos relacionados con el espiritismo. Eso incluye libros, revistas, películas, carteles y grabaciones musicales que animen a practicar el espiritismo o lo presenten como algo atractivo y emocionante. También incluye los amuletos u otros objetos que suele llevar la gente para protegerse del mal (1 Corintios 10:21).

CÓMO OPONERSE A LOS MALOS ESPÍRITUS
■Deshágase de todos los objetos espiritistas que tenga
■Estudie la Biblia
■Ore a Dios

Unos años después de que los cristianos de Éfeso destruyeron sus libros de magia, el apóstol Pablo les escribió: “Tenemos una lucha [...] contra las fuerzas espirituales inicuas [o malvadas]” (Efesios 6:12). Eso indica que los demonios no se habían rendido. Aún intentaban tener a los cristianos bajo su control. Así pues, ¿qué más tenían que hacer estos? “Sobre todo —les dijo Pablo—, tomen el escudo grande de la fe, con el cual podrán apagar todos los proyectiles encendidos del inicuo”, es decir, de Satanás (Efesios 6:16). Cuanto más fuerte sea nuestro escudo de la fe, mejor podremos oponernos a las fuerzas espirituales malvadas (Mateo 17:20).

Entonces, ¿cómo podemos fortalecer la fe? Estudiando la Biblia. Para que un muro sea sólido, es muy importante que tenga cimientos fuertes. Del mismo modo, para que nuestra fe sea sólida, debe tener un fundamento fuerte: el conocimiento exacto de la Palabra de Dios. Si leemos y estudiamos la Biblia todos los días, nuestra fe se fortalecerá. Como un muro sólido, esa fe nos servirá de escudo contra la influencia de los espíritus malos (1 Juan 5:5).

¿Qué más tenían que hacer los cristianos de Éfeso? Como vivían en una ciudad llena de demonismo, necesitaban más protección aún. Por eso, Pablo les dijo: “Con toda forma de oración y ruego, [oren] en toda ocasión en espíritu” (Efesios 6:18). Como nosotros también vivimos en un mundo lleno de demonismo, para hacer frente a los ataques de los malos espíritus es esencial que le roguemos a Jehová que nos proteja. Algo fundamental es que mencionemos el nombre de Jehová en las oraciones (Proverbios 18:10). Además, tenemos que pedirle constantemente que ‘nos libre del inicuo’, Satanás (Mateo 6:13). Sin duda alguna, Dios contestará esos ruegos (Salmo 145:19).

Es cierto que los espíritus malignos son peligrosos. Pero no tenemos por qué vivir atemorizados por ellos si nos oponemos al Diablo y nos acercamos a Dios haciendo Su voluntad (Santiago 4:7, 8). El poder de los malos espíritus tiene límites. En tiempos de Noé, los demonios fueron castigados, y en el futuro recibirán su juicio final (Judas 6). Recuerde también que contamos con la protección de los poderosos ángeles de Jehová (2 Reyes 6:15-17). Ellos están muy pendientes de nuestra lucha contra los espíritus malos y desean que la ganemos. Por así decirlo, nos aplauden para animarnos. Por lo tanto, sigamos unidos a Jehová y a su familia de criaturas espirituales fieles. Además, evitemos todo tipo de espiritismo y pongamos siempre en práctica los consejos de la Palabra de Dios (1 Pedro 5:6, 7; 2 Pedro 2:9). De esa forma, seguro que venceremos en nuestra lucha contra los seres espirituales malvados.

Pero ¿por qué ha permitido Dios que sigan existiendo tanto los malos espíritus como la maldad, que tanto sufrimiento ha causado? En el siguiente capítulo se responderá esta pregunta.